El beso del covid
Ayer, mientras compraba un poco de pan, queso y vino en un Superama, observé con envidia a una pareja de enamorados que, previa operación de hacer a un lado el cubrebocas respectivo, se daban un beso tierno y fugaz, como de párvulos temerosos, para luego volverlo a su lugar nuevamente.
Celebré la escena casi como propia.
Seguí con la mirada embobada al par de tórtolos perdidos cada uno en la mirada del otro. El hombre aferrado al brazo de la mujer dejó el cubrebocas a la altura de la nariz, pero sin cubrirla momentáneamente, pues algo le susurraba o quería decirle después de la caricia.
No acababa de abrir la boca cuando uno de los empleados le ordenó con voz autoritaria, impertinente, como si el beso fuera más venenoso que el Covid-19, que se pusiera bien el cubrebocas.
Lo que ocurrió luego fue un acontecimiento entre absurdo y desconcertante, pues el enamorado se regresó indignado para exponerle al empleado, con voz exaltada –bueno, a decir verdad lo mandó a la vga–, que se trataba de un momento amoroso, que se quitó el dispositivo porque para sentir el placer profundo del beso era necesaria tal maniobra.
La reacción del empleado fue volver a ordenar, con tono ahora agresivo, que se pusiera el cubrebocas. El enamorado perdió los estribos y comenzó insultarlo con furia, escuché que le decía que lo que le había molestado tanto no era el Covid-19 sino la caricia, el beso.
En un santiamén hizo su aparición un guardia joven que se encontraba a un metro de la acción, para echarle en cara la falta de educación al enardecido enamorado, que en verdad estaba indignado contra ambos.
La bella mujer que acompañaba al espontáneo caballero, defensor de los besos en tiempos de la pandemia, decidió poner fin a la bochornosa escena con una llamada dulce a la cordura de la fiera, como quien invita a su gatito a beber su vaso de leche tibia, el hombre cambió su estado anímico en una beatífica sonrisa de serenidad y se alejaron juntos hacia el departamento de vinos y licores...
Mientras una señora muy bien educada se lamentaba del lenguaje soez del quijote poblano, me quedé pensando en la agonía del erotismo y en la muerte del amor....